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Rigel

Estrés postvacacional

Estrés postvacacional Como todos los años, el estrés postvacacional (una epidemia de los nuevos tiempos) me ha amargado los primeros días de septiembre. Y eso que ahora soy autónomo, y puedo permitirme ciertos lujos que están vedados a los sufridos trabajadores dependientes, como no poner el despertador por la mañana, cancelar un par de reuniones o, simplemente, desconectar el móvil y dejar que las llamadas, más o menos urgentes, se vayan acumulando en el contestador.

Pero eso es pan para hoy y hambre para mañana, porque al final las horas de trabajo son horas de trabajo, por mucho que hayamos incrementado la productividad, y hay algunos asuntos que tienen la manía de no resolverse solos y te esperan pacientemente para pasarte factura en cuanto te vuelvas a poner a tiro. Así que, entre unas cosas y otras, llevo una semana trampeando, sin atreverme a coger el toro por los cuernos, y lo malo es que ahora el toro está tan resabiado que ya no hay quién se le pueda poner delante.

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